
El balcón
Ignacio Martínez
Opas malas y buenas
La aldaba
Hay agrupaciones piratas en el Carnaval de Cádiz como hay procesiones igualmente piratas en Sevilla, para las que tenemos guías con sus horarios e itinerarios. Que no nos falte un detalle, óptica Rodríguez del Valle. Hay cofrades a manojos para disfrutar de estas piratas, ilegales, alegales, irregulares, apócrifas o como se quieran llamar. En sus cortejos no aparecen sacerdotes ni señores del Consejo, pero sí políticos con varas (¡cómo no!), hermanos mayores de otras cofradías que hasta les prestan enseres y muchísima gente con sus palos de selfi, sus ganas de echar horas a la espera del cortejo en un punto clave, sus saeteros de renombre y, por supuesto, sus sillitas plegables. Son piratas "legalizables", que se diría en un proceso de inspección urbanística de una obra sin licencia. Al tiempo, que lo serán. Tenemos consolidada la noche del alumbrado en el centro, como nos han advertido varios sevillanos, una alternativa con efectos terribles en muchos casos. Las cenas ilegales, por así llamarlas. Están organizadas por niñatos sin caseta, porque a la cena oficial solo dejan entrar a los socios, se montan una parranda en los pisos que puede ser absolutamente insoportable. Lo de menos es la Feria, lo único importante es la fiestorra con el pretexto del comienzo de la fiesta. La verdad es que la machacona canción de las finales de fútbol que nos dejan llena de cochambre la ciudad es la gran clave: "¡Hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual!". Uno daba por hecho que tras las doce de la noche se disolvían las fiestas y se marchaban para la Feria. ¡Negativo!, que diría un chófer de Tussam por la emisora interna. Alguno, por cierto, busca en un renuncio a cierto periodista, sueña con pillarlo en una de estas parrandas, tomarle una foto desde un balcón echando la basura a deshoras, en chándal en hora punta o en alguna práctica poco ortodoxa. Qué cosas, mariposas. Sueña la margarita con ser... romero,
Los niñatos se quedan en los pisos porque los padres prefieren algún crucero con derecho a cantidades ingentes de macarrones, o están buscando taxi para regresar de la cena en la Feria. En la mayoría de las fiestas los muchachos acuden bien arreglados, todos emperifollados, eso sí. Que los niñatos son de orden y, como diría nuestro querido edil Torrijos, hacen honor a los esfuerzos que hicieron sus padres para pagarles los colegios privados. Las cenas de larga duración y mucho estruendo son un problema añadido más que hasta hace poco se limitaba al barrio de Los Remedios, donde tenían cierto sentido, pero que se ha extendido al centro histórico, como nos alerta a primera hora de la mañana del martes un sabio tabernero con buen ojo y mejor olfato. Tal vez la solución sea que haya un cónclave cada vez que sea Feria en Sevilla. ¡Todos al cónclave! El cónclave de Tío Pepe, como el actual. O el cónclave de manzanilla La Goya, ¿verdad, Manuel Cuvillo? Estas modas de ahora son solo de tragos largos y noches altas. A ver si el antropólogo de guardia nos lo explica. Esa manía de fastidiar el sueño ajeno. ¿La pre-Feria es también eso? Con lo bien que funcionan los Salones Osiris, Anubis o Alaska para fiestas en las periferias. No se molesta a ningún vecino. Y se genera economía sin cochambre.
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