Braulio Medel | Catedrático de Hacienda Pública

Trump y la economía

Las políticas impulsadas por el presidente de EEUU buscan más conservar el estatus de primera potencia que hacer al país “grande de nuevo”

El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda antes de embarcar en el avión oficial Air Force One.
El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda antes de embarcar en el avión oficial Air Force One. / Efe

17 de mayo 2025 - 06:00

LOS primeros compases del segundo mandato presidencial de Donald Trump no han defraudado a quienes esperaban, ya de sus medidas iniciales, sacudidas y convulsiones no sólo en su país sino en el conjunto de la política y economía mundiales. Lo extraño es que la mayoría de la gente, en cambio, se haya sorprendido al respecto, pues los elementos nucleares de su proyecto apuntaban claramente en esa dirección. Debe ser porque en muchos pagos los ciudadanos están habituados a que los políticos no respeten sus compromisos y promesas electorales. Como era lógico suponer, la agitación ha repercutido también de forma virulenta en el terreno económico, al que se referirán las siguientes líneas.

La misión que Trump contempla para este mandato quedaría sintetizada en su eslogan MAGA (Make America Great Again) con un matiz no desdeñable. No se trataría tanto de hacer a su nación grande “de nuevo”, pues su condición de primera potencia universal no la ha perdido, como de defender y conservar ese estatus ante los desafíos que se le abren. He ahí por consiguiente el objetivo básico y central: asegurar el protagonismo y liderazgo de EEUU en el orden internacional, capacidad militar, tecnología, economía, relaciones financieras y comerciales... El cumplimiento eficaz de esta misión partiría, dentro de la lógica trumpiana, de al menos tres premisas generales. Primera, la necesidad de cambiar aspectos sustanciales de instituciones y acuerdos internacionales que se consideran injustos y lesivos para EEUU, particularmente en los ámbitos comercial y militar. Segunda, por vez primera desde la caída de la URSS irrumpe en escena una potencia (China) que puede disputar la hegemonía americana, lo que demanda una alteración de prioridades y una estrategia específica y horizontal ante el renacido gigante asiático. No se trata sólo de un choque entre naciones sino de sistemas políticos, económicos y sociales que, por cierto, se están tomando prestados mutuamente elementos de uno y otro. Tercera, dada una situación que círculos gubernamentales llegan a calificar de emergencia nacional, se considera necesario reforzar los poderes ejecutivos de la presidencia, lo que ya está planteando desavenencias con el Congreso y algunos tribunales, y engancharse a determinadas prácticas neomercantilistas en boga no sólo en China e incluso Europa, sino alentadas asimismo por la propia Administración Biden (con la ley IRA de 2022 como caso paradigmático).

De este núcleo básico de partida cuelgan y se derivan todo un piélago de cuestiones de las que, como se ha anticipado, aquí nos centramos en aquellas que per se o por su incidencia revisten mayor importancia bajo una perspectiva económica. A tal fin trazaremos un bosquejo sobre los cuatro bloques siguientes, conectados e influidos entre sí: política militar, déficit comercial, déficit público y posición del dólar.

1. Las orientaciones principales en materia de política militar son promover la paz en Ucrania y consolidar la hegemonía americana en este campo. En cuanto a lo primero, lo cierto es que la intervención de Trump ha sido hasta hoy la única que ha hecho creíble la posibilidad de una solución al conflicto, bien sea mediante un tratado permanente, un armisticio como el de la guerra de Corea o cualquier otra fórmula válida. Los efectos serían claramente beneficiosos para la economía mundial. Además, aliviarían los gastos públicos de guerra no sólo de los beligerantes sino de todos los países involucrados (incluido el nuestro). Abrirían, por otra parte, un horizonte distinto a largo plazo sobre la necesidad de un rearme bélico a gran escala en Europa (¿frente a una Rusia claramente declinante en su poderío?). En fin, desde la óptica yanqui habría un beneficio añadido como pago a su ayuda: el aprovechamiento parcial de los yacimientos ucranianos de tierras raras. No es extraño en la historia estadounidense este tipo de quid pro quo. Incluso en plena guerra mundial el Congreso autorizó la ley de Préstamo y Arriendo impulsada por Roosevelt en favor del Reino Unido bajo la condición de obtener a cambio una compensación “satisfactoria”.

Sobre el fortalecimiento del poder militar, más allá de mantener unos presupuestos elevados y actualizados a los nuevos tipos de armamento y de una mayor focalización en el flanco del Pacífico, la Administración Trump ha planteado a los países europeos de la OTAN una doble y complementaria exigencia: aumentar el porcentaje del PIB dedicado a gastos bélicos y asumir una parte mayor del coste que recae sobre EEUU en la defensa de nuestro continente, con el correspondiente ahorro de recursos para esa nación. Anecdóticamente para los andaluces, una muestra de este nuevo enfoque es el postergamiento de la incorporación a Rota del sexto destructor de la Armada estadounidense.

2. Sin duda las medidas más polémicas han sido las relativas a los aranceles. Aquí el objetivo es corregir el abultado déficit comercial por el doble motivo de la deslocalización de actividades a otros países y el desequilibrio económico y financiero que representa esta acumulación deficitaria. Se presta a un amplio debate tanto académico como político la idoneidad o no de los aranceles: economistas liberales de gran talla desde Keynes a Krugman han defendido su aplicación en determinadas circunstancias. En todo caso, sobre la política de Trump en este terreno son destacables dos puntos. Uno, ha supuesto una revolución en las reglas y el funcionamiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) necesitada hace ya tiempo de una profunda renovación. Dos, tras el fuerte envite del Liberation Day las tablas tarifarias se vienen acomodando a unos marcos más razonables después de los correspondientes convenios bilaterales suscritos. La negociación con la UE aún no ha cristalizado, pero por la actitud de ambas partes cabe ser optimista sobre la consecución de un pacto.

3. Junto al déficit comercial, el déficit público es el otro gran desequilibrio de la economía de EEUU. A diferencia de lo que es más común en estas situaciones, originalmente el principal esfuerzo ha recaído en la contención de los gastos y no en el aumento de los impuestos. Se ha habilitado un instrumento específico para ello (el DOGE: Department of Government Efficiency) a cuyo frente ha estado en una primera fase Elon Musk. El tiempo transcurrido es todavía escaso para poder evaluar una tarea siempre compleja y difícil. Pero sí parece existir una firme determinación para avanzar en el camino trazado. Más tambaleantes son los pasos dados en la vertiente de los ingresos públicos. Por ahora se cuenta con el incremento de los recursos arancelarios al mismo tiempo que el proyecto republicano de recortes tributarios está en un compás de espera. En conjunto, para el próximo futuro se pueden aventurar dos pronósticos. Uno, se irá reduciendo el déficit presupuestario (el FMI prevé ya una disminución del 0,8% del PIB este año). Dos, la medida en que ello se alcance dependerá de la mayor o menor exigencia de los mercados sobre los intereses de la deuda pública.

4. En cuanto al papel de la divisa norteamericana, una política dirigida a minorar el déficit comercial tendría como elemento lógico de acompañamiento una devaluación del dólar, lo que podría, en principio, afectar a su función como moneda de reserva del sistema financiero internacional. Pero aun en ese hipotético caso, la presunción e intención de las autoridades estadounidenses no es esa. En expresión del actual secretario del Tesoro, Scott Bessent, un dólar devaluado y la preservación de su condición de divisa dominante “no son objetivos mutuamente excluyentes”. Lo que implicaría invitar o/y presionar a otros países para remar en esa dirección. El dólar cuenta a su favor para mantener su supremacía con el hecho de que en la actualidad no existe ninguna alternativa seria para ocupar su lugar. No obstante, en un mundo multipolar (aunque con dos polos prevalentes) otras monedas están llamadas a jugar un mayor desempeño del que han tenido en el pasado, siendo el euro un claro ejemplo de ello.

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