La política y los políticos en la tertulias de las cadenas autonómicas
El 'Sálvame' de La 1: maldad con muchas ocurrencias y pocas ideas

Sálvame fue la autodestrucción de la Telecinco de Vasile. Evolucionando desde Tómbola y con espíritu de reality por tanto tiempo de convivencia, tan solo había que poner un grupo de contertulios descarados, con el que identificarse con los días, retroalimentándose, agitar la coctelera y listo. Televisión low cost y contenidos fast food para deglutir horas. Corrientes irredentas en las redes y cierta crítica televisiva le vieron el mérito a sostenerse en los alambres de la perversión paparazzi y de la improvisación. Café para los muy cafeteros. De convertirse en héroes pasaron a ser víctimas, que de eso ha vivido Belén Esteban durante años. Hay gente a la que le gusta como presentadora María Patiño. A la gente también le gusta la sangre frita. Es algo libre.
Pero llevar toda esta caterva como si fuera una troupe mística a RTVE como si fueran un dicharachero servicio público, para empapelar horas en La 1 como hacían en Telecinco, es un error de cálculo. Hay que estar cegato por algún motivo ideológico. Sálvame nunca fue un buen programa, si acaso su desinhibición y continua experimentación lo convertían en una perpetua plazoleta que hacía compañía a los fieles. Espectadores que, al cabo de los años, han encontrado otros presentadores, otros programas o, simplemente, pasan las tardes de otra manera. Hay que tener mucho tiempo libre para estar horas y horas con la insulsa maldad de este formato que tanto daño hizo a Telecinco y que va a dejar herida la parrilla de La 1 para un par de siglos. La familia de la tele es impropio para una TV pública, sin duda.
En Barcelona ya había un restaurante llamado Bellavista, fundado por Messi (al que han copiado), que se convertía en un barrio como el que intenta ahora representar el plató de este Sálvame donde el público está a la espalda del sofá principal. Un ejemplo de que para meter con calzador este formato se han tenido más ocurrencias que ideas.
Un juguete aparatoso que va autodañándose con sus propios defectos, como el excesivo número de gente que no dice nada. Y la valiosa Inés Hernand analizando el condón de Amelia Bono. No hay por donde cogerlo.
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