
Confabulario
Manuel Gregorio González
Un culo de hierro
Dijo Pedro Sánchez en el Congreso: la corrupción en el PSOE es una anécdota y nosotros, cuando se presenta, la combatimos con contundencia.
Ni una cosa ni la otra. ¿Es una anécdota que la trama corrupta que ensucia su mandato y ennegrece su futuro –y el de su partido– la encabecen los dos secretarios de Organización que él encumbró sucesivamente como sus personas de máxima confianza para el control del PSOE y otras misiones delicadas (la amnistía a Puigdemont, por ejemplo)? ¿Es anecdótico que ambos personajes más el tercer hombre (Koldo), lo que la ministra Alegría llama “el triángulo tóxico”, sean los que acompañaban a Sánchez en el Peugeot incansable con el que recorrió la España socialista para ganarle de nuevo las primarias al viejo PSOE? ¿Una anécdota irrelevante que el presidente más honesto y feminista de la historia no se enterase durante años de las andanzas de este clan aledaño de trincones, puteros, machistas y cutres y que cuando le advirtieron al respecto mujeres como Carmen Calvo o Adriana Lastra la sacó del Gobierno y la dejó caer, respectivamente?
Contundencia tampoco ha habido. A Ábalos lo imputó la Justicia hace más de quince meses. El mismo tiempo que ha tardado el partido de Sánchez-Cerdán en expulsarlo tras la suspensión de militancia. A Cerdán ni siquiera lo han expulsado. Le convencieron para que se diera de baja ahora, cuando las sospechas e indicios de sus actividades corruptas se han convertido en realidad aplastante y documentada.
Lo más desolador de esta crisis es la constatación de que ninguno de los dos partidos centrales del sistema democrático sabe o quiere responder al fenómeno de la corrupción propia por más que se rasguen las vestiduras ante la ajena. El PP rompió a martillazos el ordenador del tesorero Bárcenas mientras Rajoy le pedía resistir (o sea, que no cantara). Ábalos defendió la moción de censura contra Rajoy que llevó al poder a Sánchez ¡reivindicando la honestidad y la decencia en la vida pública!, y Sánchez no se enteró de que Ábalos cobraba mordidas a empresas contratistas y prostituía a señoritas de compañía y diversión. Ni PP ni PSOE han sido contundentes.
El mejor denunciante del Pedro Sánchez de hoy es el Pedro Sánchez de ayer. El que le espetó a Rajoy “No basta con pedir perdón”. Sobre todo cuando tienes la corrupción en casa, en la oficina, en el coche o en el despacho de al lado.
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