Debate abierto sobre el euro digital

Ha llegado al momento de la verdad en la discusión política sobre el nuevo formato de la moneda europea: un desarrollo sin cortapisas frente a las soluciones privadas que ya existen

Euro digital.
Euro digital.

17 de mayo 2025 - 05:59

En los últimos meses, el proyecto del euro digital había retomado fuerza dentro de la agenda económica y política de la UE. Con los avances en la fase preparatoria iniciada en octubre de 2023, el BCE ha acelerado sus trabajos técnicos, impulsado aparentemente por una creciente competencia de otras divisas que ya han creado sus versiones intangibles, la digitalización intensa de los pagos, y la necesidad de mantener la soberanía monetaria europea frente al auge de alternativas privadas, fundamentalmente extranjeras. Asimismo, aspira a aumentar la inclusión financiera. Todo parecía ir viento en popa hasta que esta semana se ha comprobado que el apetito político en la UE por este instrumento no es, en absoluto, unánime.

Pasemos primero revista a sus aspectos fundamentales. Se trataría de una versión digital del efectivo emitida por el BCE. A diferencia de las criptomonedas como bitcoin, estaría respaldado por el banco central y tendría valor legal en toda la Eurozona. En 2023 se completó una fase de investigación del proyecto, en la que se evaluaron diferentes modelos de diseño, arquitectura tecnológica, seguridad y privacidad. En los últimos meses, el BCE ha intensificado su colaboración con bancos centrales nacionales y con entidades financieras privadas para realizar pruebas piloto en entornos controlados. Se han completado con éxito ensayos en los que ciudadanos ficticios realizan pagos digitales entre sí, tanto en línea como sin conexión. Estas pruebas buscan garantizar que el euro digital sea intuitivo, accesible e inclusivo, independientemente del nivel tecnológico de cada ciudadano.

El contexto geopolítico y económico ha llevado a varios líderes europeos, como el Presidente del Eurogrupo, el irlandés Paschal Donohoe, a situar el euro digital como una prioridad estratégica para mantener el papel de la divisa europea en el futuro sistema financiero mundial. Por varias razones. Para hacer frente al avance de otras monedas digitales soberanas, como el yuan digital. Asimismo, para mitigar el riesgo de que grandes plataformas tecnológicas internacionales (de criptodivisas privadas en sus diferentes formatos) dominen el mercado de pagos sin supervisión europea. Criptodivisas que hace unos años, la misma presidenta del BCE, Christine Lagarde, denominó funny money (“dinero de broma”). Y por supuesto el euro digital aspira a reforzar la autonomía estratégica de la UE, en un contexto en el que los medios de pago son en gran parte controlados por empresas no europeas (Visa, Mastercard…)

La disrupción al dinero convencional no solamente ha llegado de la mano de bitcoin o de otras criptomonedas privadas. Cada vez está llegando más a través de productos financieros derivados diseñados sobre tecnologías blockchain, como es el caso de las stablecoins, con un fuerte crecimiento en los últimos meses, sobre todo, por las favorables expectativas regulatorias en Estados Unidos de la Administración Trump. A simple vista, se asemejan a sistemas conocidos en la economía convencional, como un régimen de tipo de cambio fijo donde la moneda local se respalda en una proporción uno a uno con una divisa extranjera. Sin duda, una importante competencia potencial –por no, decir, directamente, amenaza–, para las monedas digitales de los bancos centrales. Es lógico que en países como Estados Unidos, donde no hay un proyecto en marcha de dólar digital, estas monedas alternativas proliferen.

El proyecto del euro digital había encontrado hasta la fecha varios obstáculos técnicos, políticos y sociales. En primer lugar, la preocupación sobre la privacidad. Aunque el BCE se ha comprometido a que el euro digital ofrecerá mayor confidencialidad que los métodos actuales de pago electrónico, muchos ciudadanos siguen temiendo un “euro que les vigile”. También genera dudas los efectos sobre el sistema bancario y su financiación en el caso de que los ciudadanos transfirieran grandes cantidades de dinero a sus billeteras digitales del BCE. Los bancos perderían depósitos, y afectaría su capacidad para dar crédito. Algunos plantean también la conveniencia y necesidad de su creación, ya que hay en el mercado otras soluciones de pagos privadas, ya implantadas, adaptadas masivamente. Y por último, mientras algunos países miembros apoyan firmemente el proyecto, otros muestran escepticismo o piden más tiempo para analizar sus efectos.

Ahora ya se ha llegado al momento de la verdad en el debate político del euro digital. Esta semana se ha hecho visible que el acuerdo político está aún lejos de producirse. Se sospechaba ya cuando hace casi hace un año, tras las elecciones europeas, surgían nuevas mayorías que potencialmente no iban a estar tan a gusto con el nuevo formato del euro por su impacto en la privacidad o por su carácter hipotéticamente intervencionista. Aunque la propuesta del euro digital fue aprobada por la Comisión Europea hace dos años, aún no se ha validado en el Parlamento Europeo. Ahora se quiere mover el proyecto a la fase de desarrollo en octubre. Sin embargo, en la Eurocámara hay pareceres muy distintos sobre el asunto. Unos defienden el euro digital sin cortapisas –los partidos vinculados a la izquierda– y otros –los cercanos a la derecha política– creen que las soluciones privadas existentes en el ámbito de los pagos son suficientemente eficientes y el público ya las ha adoptado. Desde las instituciones oficiales que apoyan el euro digital se habla de coexistencia con medios privados. Sin embargo, las diferentes tecnologías o soluciones difícilmente coexisten en la vida real, más bien normalmente terminan unas sustituyendo a otras. Está por ver que lo pueda lograr el euro digital en unos años, cuando ya hay otros medios privados ampliamente aceptados por los usuarios, que funcionan muy bien. Incluso si lo que se demanda es privacidad o informalidad hay otras opciones públicas globalmente utilizadas, como el efectivo en metálico, que tienen esos atributos con mayor completitud. El debate está abierto sobre el euro digital.

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