Una Roma sin calor para el triunfo del Cachorro y la Virgen de la Esperanza

Sevilla y Málaga hacen historia en la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías, con un final apresurado por la lluvia

El recorrido resulta un tanto desangelado por el excesivo vallado

La procesión en Roma de El Cachorro en directo

El Cachorro pasa por el lado del Coliseo romano
El Cachorro pasa por el lado del Coliseo romano / Juan Carlos Muñoz

Roma/El 17 de mayo de 2025 es una fecha para la historia de la religiosidad popular andaluza. Dos hermandades de dos ciudades referentes en la Semana Santa española han llevado a la Roma antigua dos grandes devociones, el Cachorro de Sevilla y la Virgen de la Esperanza de Málaga. Un hito que nadie discute.

Cuestión distinta es la repercusión que esta peregrinación extraordinaria haya tenido en la Iglesia universal y en la propia capital italiana, donde el público que acudió a presenciar la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías era principalmente español (podría decirse que andaluz, pero seamos generosos) y turistas a los que sorprendió este peculiar cortejo. Romanos, lo que se dice romanos, poquísimos. Un día en el que no faltó la lluvia, lo que aceleró su final y que acabó con la muerte de un sevillano que había acudido a esta importante cita.

La Gran Procesión tiene su prolegómeno en el Monte Celio, barrio residencial aledaño al Coliseo, hipérbole del turismo masificado. Su entorno eleva al cubo la imagen que se contempla en el entorno patrimonial de cualquier ciudad andaluza. Grupos de visitantes de gorra, mochila y calzado deportivo que hay que esquivar constantemente. Guías con las más diversas banderas y hablando en múltiples idiomas. La nueva loba capitolina que amamanta a la antigua Europa hasta el empacho. Roma, una madre en tantas cosas.

En la Piazza de Celimontana hay dos carpas instaladas. Una de tamaño más convencional, de donde saldrá el Nazareno de León en el paso que en su día fue de la cofradía sevillana de San Gonzalo y otra que podría calificarse de premium, habida cuenta de sus dimensiones y accesorios. Está reservada para el Cachorro y la Virgen de la Esperanza, las imágenes de la Gran Procesión, el tramo vip de la cita. Otros crucifijos, como los que vienen de Sicilia, están prácticamente 'aparcados' en la acera, a la espera de que se inicie el cortejo.

Impresionante imagen de la Esperanza de Málaga, junto al Coliseo durante la procesión de Roma.
Impresionante imagen de la Esperanza de Málaga, junto al Coliseo durante la procesión de Roma. / JUAN CARLOS MUÑOZ

El Monte Celio conoce en pocos minutos un bullicio muy distinto al habitual en sus calles. Nazarenos de León, costaleros de Sevilla y hombres de trono de Málaga llenan los bares de la zona, que se ven desbordados. En uno de ellos en menos de 15 minutos se agota la Peroni, la cerveza que tanto recuerda las de marcas andaluzas. Hasta allí llega el capataz Ismael Vargas con sus hombres, todos uniformados con camisa blanca y pantalón negro, cortesía de la firma ecijana Álvaro Moreno. Los dueños del establecimiento entran en estado de estrés.

Parte de la cuadrilla se pasa a una pizzería cercana, que también hace su agosto. Son las doce del mediodía, pero el estómago tiene el hambre de las tres de la tarde. El Monte Celio va adquiriendo cada vez más las hechuras de un barrio andaluz en día de cofradía. Ambiente festivo donde conviven las distintas formas de religiosidad popular, quizás uno de los momentos más auténticos de esta jornada.

La procesión empieza a salir poco después de las 13:30. Su primera parte es la más peculiar. O exótica, como se prefiera. Hay mujeres con mantilla y zapatillas deportivas, hábitos penitenciales con calzados nada discretos y una Santa Ana vaticana con un exorno floral que parece cogido directamente del monte Palatino.

En esta primera parte hay también exponentes de la religiosidad popular dignas de mención. El Nazareno de León lleva un nutrido cortejo, donde sus integrantes visten túnicas negras. Van de siete en siete y la agrupación musical interpreta marchas muy conocidas por los andaluces. El paso lleva el adorno floral más llamativo de la jornada. Todas las especies botánicas habidas y por haber encuentran su hueco aquí. En cantidad y colorido, escapando de cualquier simetría y mesura. El Nazareno, por cierto, ha estado expuesto estos días en besapié en una concurrida iglesia de San Andrés del Valle. Con sus velas y flores, sin la privación impuesta al Cachorro y la Esperanza en el Vaticano, donde han primado razones museísticas, concepto que también empieza a extenderse en templos andaluces. De nuevo, la loba capitolina del turismo. Amamantar has el empacho.

No debe pasarse por alto la dolorosa del Enna, bajo su peculiar y diminuto baldaquino. El acompañamiento musical es una delicia. Puro realismo italiano.

La zona más concurrida de público es la que discurre junto al Coliseo, convertido en balcón privilegiado para sus visitantes. Es también el enclave más bello de un recorrido que resulta desangelado, debido a un vallado continuo que aleja demasiado al público de las imágenes sagradas. Se incumple aquí uno de los principios de la religiosidad popular, la cercanía y participación de quienes acuden a ver cofradías. Sin la complicidad del pueblo, se limitan a un mero desfile.

La procesión discurre muy lentamente, con parones que superan los diez minutos, lo que invita por unos momentos al aburrimiento. El cuerpo y el espíritu se vienen arriba con el colofón andaluz. No es chovinismo, es que el 90% de quienes presencian la procesión proceden del sur de España. Sevillanos y malagueños. Sus medallas los delatan. Y algún que otro turista al que le ha sorprendido esta manifestación devocional por las entrañas de la antigua Roma.

El Cachorro pone la elegancia a la jornada, con un repertorio de marchas clásicas que se convierten en la mejor banda sonora para esta tarde, que ha pasado del celeste del cielo a un gris que empieza a inquietar a los asistentes. Color al que muchos trianeros están acostumbrados los Viernes Santo. Caen los primeros goterones.

La parte más desangelada de la procesión, la del circo máximo. Nadie duda de la carga histórica de un enclave convertido este sábado en una inmensa explanada con pinos a su alrededor. Podría ser Roma o la urbanización residencial de cualquier ciudad europea. Demasiado espacio para un cortejo que aglutina al público que puede verse en la entrada de una cofradía a altas horas de la noche.

Al menos, el bullicio de la Virgen de la Esperanza, con sus constantes vítores, llenan este vacío físico. "Guapa" y "Reina de Málaga" son los gritos que se suceden mientras el colosal trono avanza por donde un día corrieron escuádrigas. "¡Aquí va toda Málaga!", dice un devoto en una tarde que se ha vuelto desapacible.

A pocos metros se encuentra el palco de las autoridades, revestido en sus alturas de un rojo chillón que lo asemeja a una gasolinera. Allí se encuentra el presidente de la Junta de Andalucía, quien asegura que este sábado "Andalucía ha tomado Roma". Declaración hiperbólica que expresa lo vivido estos días jubilares.

La tarde decae. Hay público en los aledaños del Coliseo esperando la vuelta de la procesión. Nadie quiere perderse el paso sevillano y el trono malagueño por este magno edificio con la iluminación nocturna. Se comen pizzas (sustituta del bocadillo propio en días de Semana Santa) y hasta hay quienes han comprado sillitas.

El Nazareno de León corre por las calles de Roma para refugiarse cuanto antes

La lluvia -esa vieja conocida de las cofradías-tiene también su protagonismo en la jornada. Un severo chaparrón sorprende a la procesión a pocos metros del coliseo. El agua cala y acelera el cortejo, lo que, paradójicamente le quita la rigidez de las primeras horas.

La cofradía malagueña se queda descolgada, un corte enorme entre el crucificado sevillano y el cortejo de la dolorosa. El regreso apresurado regala un momento bellísimo. El Coliseo encendido, el Cachorro y 'Amarguras', cuyos sones retumban en este prodigio de la arquitectura romana. Lástima que las incompresibles vallas eliminen cualquier atisbo de calor entre la soberbia imagen de Ruiz Gijón y el público que aguanta un segundo chaparrón.

A esa hora, por cierto, se conoce la muerte de un joven de Los Palacios en patinete que había acudido a la Gran Procesión. Triste final para un 17 de mayo de 2025 que pasará a la historia. El día en que -pese al incomprensible vallado- el Cachorro expiró en Roma y la Virgen de la Esperanza reinó en ella. Una Roma con lluvia. Sin calor. Ni el del sol. Ni el de la ciudad.

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