Federico Relimpio

Vocación médica

12531229 2025-05-21
Vocación médica

21 de mayo 2025 - 03:08

Vocación médica. Que parece que se está perdiendo. O que se ha perdido irremisiblemente. Un aspecto más, de todo aquello que dábamos por sentado y sobre lo que basábamos nuestra convivencia.

La reflexión no es puntual ni aislada; va camino de convertirse en corriente de opinión. Solo así se explican hechos muy concretos. Por ejemplo, la preferencia de los primeros números de MIR por especialidades como Dermatología y Cirugía Plástica. Especialidades estas sin guardias médicas y con excelentes expectativas en la sanidad privada.

¿Ha huido el idealismo de los médicos en el momento de sus vidas en que dicho idealismo tendría que ser máximo?

Buena parte del hecho se explica sobre la base de que los chicos son listos y aplicados. Lo mejor académicamente de su generación. Y los primeros números de MIR constituyen la crème de la crème de lo que digo. Sucede, además, que en sus larguísimos años de aprendizaje han tenido tiempo de sobra de contactar con sus mayores en el oficio. A veces, estos están en la propia familia de los aspirantes a médicos.

De este modo, los recién egresados de la Facultad se han visto expuestos, aunque sea de modo indirecto, al amargo baño de realidad que la vocación médica depara en este país (ignoro en otros). Así, los jóvenes tuvieron ocasión de saber de larguísimos años en precariedad y contrato basura, ya fuera bajo el gobierno de tirios o de troyanos. Supieron, además, que entrega y vocación sirvieron de muy poco para aliviarles un insulto, una amenaza o incluso una bofetada por un sí o por un no, sin que los administradores del sistema movieran un solo músculo más allá de la consabida palmadita en la espalda.

Supieron los estudiantes del modo en que la vocación de investigación llevó a sus mayores a comprometer sus horas libres desatendiendo en ello sus hogares. Abnegaciones y renuncias que muy raras veces proporcionaron una contrapartida: los administradores siempre replicaron con la rigidez de la norma, aplicada casi siempre del modo más antipático o severo. Conocieron los chavales la existencia de vidas machacadas por guardias frecuentes, a veces hasta la extenuación, así como de las dificultades por parte de tantos cargos de responsabilidad para conceder el beneficio del saliente de guardia o la libranza.

Conocieron al fin el modo en que su país congeló tantas veces sus sueldos y honorarios, sea en la sanidad pública o la privada, invocando supuestos privilegios de clase, o simplemente por el hecho de tener trabajo. Un mundo mediático, político y administrativo que puso siempre unos servicios mínimos garantistas ante cualquier convocatoria de huelga y que, ante la menor protesta por nuestra parte, invocaba a la vocación médica y al derecho de la población a ser asistida.

Podría seguir, pero es cansino. Ya lo saben todo y, a excepción de los profesionales, poco o nada ha interesado hasta el momento. Sí preocupa ahora a alguien, es en interés propio, sopesando alarmado el aprendizaje generacional que están demostrando los médicos jóvenes. Una nueva generación de facultativos que vienen a transmitir a todo el mundo que su vocación es… ser gente normal.

Gente que vive y trabaja, ama y sufre, como todo el mundo. Gente que paga sus facturas y sus impuestos, como los demás. Gente, por lo demás, que aspira a construir un equilibrio personal de vida y trabajo, obteniendo, eso sí, los rendimientos considerados como justos en tantos países de nuestro entorno. Rendimientos proporcionales a la duración y a las dificultades de la formación, así como a las exigencias y responsabilidades del desempeño.

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