
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Muy lejos de Roma, desde el otro Imperio
La versión oficial es que no habrá elecciones generales hasta que no toquen, es decir, hasta el verano de 2027. Los diferentes portavoces del Gobierno lo repiten por doquier ajenos a la debilidad parlamentaria que muestran en cada sesión del Congreso. ¿Cómo lo van a hacer? preguntamos los periodistas “con Ginebra”. Y sí, Ginebra es la solución. No, claro, la bebida que nació como una medicina en el siglo XVII y que ahora algunos se creen en la vanguardia por consumirla llena de mijitas, sino esa ciudad suiza cuya vereda con España no cría hierba.
¡Cómo la va a criar si los viajes son constantes! En la sala de máquinas de La Moncloa saben que es un frente que no se puede descuidar. Y mantienen abierto un camino de reuniones periódicas que cuidan con esmero y celebran escrupulosamente. Mantienen las formas pero no son ingenuos, más bien todo lo contrario. Son perfectamente conscientes de que en las filas de Junts no tienen otra cosa más que los siete diputados en el Congreso. Es verdad que sus votos son definitorios y tienen en sus manos muchas llaves del Estado... pero no todas. Porque si a Pedro Sánchez se le ocurriese dar al botón de las elecciones, los independentistas de Puigdemont se quedarían en la más absoluta irrelevancia. Lo sabe Puigdemont y lo saben en el PSOE. Porque, mientras ellos tensan y destensan la cuerda todo lo que pueden, Salvador Illa se está haciendo con los mandos de Cataluña.
Con un estilo tranquilo, sin estridencias y conciliador, el president catalán va conquistando para el PSC el terreno que nunca quisieron perder. En política ya se sabe que si el gobernante no hace ruido, si no molesta, tiene muchas posibilidades de lograr más apoyos. Y en esas está Illa. No se le escucha hablar de la financiación singular que demandan sus socios de ERC que presionan a María Jesús Montero para que la ponga en marcha. No se opone, claro, pero tampoco la defiende con vehemencia.
Es más, en la Feria de Abril de Barcelona, el pasado viernes el presidente de la Generalitat ofrecía a María Jesús Montero una “alianza estratégica” entre Cataluña y Andalucía, “el motor de España”. Al fin y al cabo es la “herencia de nuestros abuelos y nuestros primos” como decía la lideresa andaluza. Y esa estrategia pasa también por poner el PSC al servicio de María Jesús Montero, “te vamos a ayudar a ser presidenta de la Junta”, prometían a la vicepresidenta Salvador Illa y Jordi Hereu entre jarras de rebujito y sevillanas. Lo que está por ver es si eso es una ventaja o un inconveniente.
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