
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Aviones al borde de la tortura
La aldaba
En esa igualación permanente por abajo que caracteriza al sector del transporte desde la crisis de 2008, hay compañías aéreas que amagan ya con estrenar los asientos modelo sillín para ganar un 20% más de aforo y, por tanto, recaudar más con una política de precios que baja tanto como lo hacen las prestaciones relacionadas con el confort. Hay aviones en los que ni los miembros de la tripulación tienen espacio para trabajar. Pasar el carrito con la oferta comercial de turno o el de recogida de residuos es un engorro como haya un viajero que se levante para ir al servicio. Obliga a arrimar el vehículo a un lado en el ya de por sí escaso espacio libre y a una azafata a meterse entre un respaldo y otro viajero (al que necesariamente se le expone el torso o la espalda) para dejar la vía expedita al urinario. El asiento sillín está diseñado por la empresa italiana Aviointeriors. Nos convertirá en canónigos de catedral gótica a la hora del coro, cuando los curas se recuestan en la denominada misericordia, que permite la ventaja de estar sentado y genera la apariencia de estar de pie. En muchas paradas de autobuses urbanos existe esa opción, conocida como asientos con apoyos isquiáticos. Claro que el canónigo y el usuario del bus urbano no tienen que estar dos horas en esa posición. El avión y el tren no han hecho más que perder comodidad en los últimos años. Antes era una gozada el viaje en la clase turista del AVE, donde los niveles mínimos de confort y atención eran muy buenos. Se fue al traste. Y al perro flaco del mejor tren de España no paran de salirle pulgas como las averías y los retrasos. Ninguna degradación es por casualidad ni se debe a una sola causa. En el avión vamos más apretados que un bulla de tardes navideñas en calles comerciales.
Una cosa es que el avión fuera el medio de transporte más caro, inaccesible para muchas personas, y otra que se haya convertido en un suplicio para viajeros y trabajadores. Evolucionamos a base de pendulazos, como de costumbre. Ironías del destino. Leemos la información del nuevo modelo de asiento para viajar todavía más apretados al mismo tiempo que arrecia la polémica por las muchas personas sin hogar que duermen en el aeropuerto de Barajas y aumenta la publicidad de pequeñas aerolíneas que ofrecen viajes en aeronaves reducidas con el máximo confort. Sufrimos de nuevo un corrimiento hacia los extremos cuando teníamos el equilibrio, cuando se ofrecía la libertad de elegir tarifa, incluida una económica que garantizaba un servicio más que digno. Debe ser la nueva modalidad del estado del bienestar. Todos en el aeropuerto: la minoría de usuarios de aviones selectos, la bulla hacinada de las líneas de bajo coste y los indigentes desesperanzados.
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