Roca Rey voló sobre toda la tarde
Duodécima de abono de la Maestranza
El peruano, tras desorejar a su primero, pierde con la espada abrir la Puerta del Príncipe por primera vez en esta Feria
Miguel Ángel Perera roza el triunfo una vez más Juan Ortega navega en un mar de detalles
Las fotos del festejo
Ambiente en la plaza de toros
Ficha del festejo
Plaza de toros de la Real Maestranza
GANADERÍA: Se lidiaron toros de Victoriano del Río con desigual presentación y muy buen juego del tercero de la tarde.
TOREROS: Miguel Ángel Perera, de azul marino y oro, petición y vuelta al ruedo en su primero y silencio en el otro. Juan Ortega, de verde y oro, silencio en ambos. Roca Rey, de celeste y oro, dos orejas y ovación tras aviso.
CUADRILLAS: Saludó Antonio Chacón en banderillas y destacaron Miguel Ángel Sánchez, Daniel Duarte, Fini y Viruta; a caballo, Sergio Molina y Óscar Bernal
INCIDENCIAS: ‘No hay billetes’ en tarde soleada y fresquita.
EXPECTACIÓN por las nubes al conjuro de un peruano que se ha convertido en locomotora de la Fiesta y que hacía su aparición en esta Feria. Junto a Andrés Roca Rey repetía Miguel Ángel Perera con el sabor agridulce de lo que puso ser y no fue un día antes más la presencia de Juan Ortega en su último cartucho. Para ellos, una corrida de Victoriano del Río, un hierro que lleva varios años en lo alto de las preferencias de los toreros, con lo que la expectación se daba por sobreentendida.
Luego pasó lo que pasó y nada fue por casualidad, sino más bien por pura causalidad, que las cosas son como son y no como uno sueña. Y lo que pasó es que Andrés Roca Rey se quedó a un tris de abrir la Puerta del Príncipe, que en esta Feria anda con el cerrojo sin descorrer. Y ayer se quedó sin abrir por culpa del par de pinchazos que en el sexto precedieron a la estocada definitiva. Y la verdad es que parecía increíble que al tremendo peruano se le pudiera escapar un triunfo que traía desde su apoteosis en el tercero de la tarde.
La tarde de Andrés fue un calco de las muchas tardes que ha librado en la Maestranza y cuando Manisero se fue sin las orejas al desolladero iba de doble contra sencillo apostar por una Puerta del Príncipe más para él. Y es que con ese primero de su lote, Andrés desplegó toda su tauromaquia de valor y poderío. Un buen recibo a la verónica fue el principio de todo y la respuesta por gaoneras de Miguel Ángel Perera sirvió para constatar que estábamos ante un buen toro de Victoriano del Río. Y cuando Andrés brinda a la plaza ya sabemos con qué talante emboca su debut en esta Feria. Los estatuarios, hierático, sin rectificación alguna rematados con un cambio de manos puso la plaza a revienta calderas. Y a partir de ahí, la faena made in Roca Rey para lo que gusten mandar. Un lío que arranca en la primera tanda para ir in crescendo y sin solución de continuidad. La plaza ruge al conjuro de esta ave de presa que tritura esas leyes físicas que versan sobre la ocupación de los espacios. El diálogo con Manisero fluye desde principio a fin, Andrés exprime hasta la última gota de bravura que encierra el animal y ya en el epílogo le suelta un natural tan circular que se enrosca prácticamente al toro para que la plaza entre en modo paroxismo. Y cuando monta la espada ya se sabe que el triunfo no se le escapa ni con alas, mata con acierto y las dos orejas van a sus manos. Anda que se le va a escapar la salida por el Paseo de Colón, pensábamos, pero...
Todo se daba por sentado. Espiguita podía dar por perdidas sus orejas, pero no fue así. Andrés, con el cuchillo en la boca, se fue pegándole lances hasta la boca de riego. Andrés y Espiguita se entienden y todo va camino del corte de oreja bajo las notas de Manolete, pero el estoque le juega en contra al torero y lo que se esperaba no ocurrió. Caso extraño que a este torero se le escape un triunfo que parecía agarrado, pero pasó.
Pudo Miguel Ángel Perera lograr el triunfo que se le escapó el día anterior, pues se entendió a la perfección con Tallista, un cinqueño de buen juego que le brindó al Juli, pero su buena faena se chafó por lo desprendido de la estocada, lo que dejó todo en vuelta al ruedo. El cuarto se llamaba Desgarbado y se queja de la mano derecha. Miguel Ángel lo brinda a la plaza y el triunfo no llega porque el toro se sale de la suerte y se raja. Y ahí se acabó la Feria de un torero que rozó la gloria con sus manos.
Juan Ortega se movió entre detalles sin redondear ni con el cinqueño Frenoso ni con el burraco Vampirito, que compusieron el lote menos a modo. Difícil resulta que a Juan le falle el capote y aquí, aunque no le falló, tampoco le sirvió para inspirar a poetas. Tuvo una tarde desangelada el torero aunque hubiera alguna verónica y algún que otro muletazo, todo fue a retazos y sin que calase. Lo mejor de su tarde, la suerte de matar en ambos, pero lo cierto es que sale de la Feria sin pena ni gloria, aunque de su calidad hay que colegir que la espera hasta San Miguel no fallará. La tarde fue del ciclón andino y pare usted de contar.
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