Las siete claves de la Gran Procesión de Roma

Jubileo de las Cofradías

Un recorrido por zonas deshabitadas y el excesivo vallado jugaron en contra del calor del público

La ausencia de la curia vaticana dejó sin trascendencia el Jubileo, al que dieron sentido los momentos de convivencia

La procesión de Roma, un éxito relativo con un coste de 2,5 millones de euros

El Cristo de la Expiración pasa por delante del Arco de Constantino.
El Cristo de la Expiración pasa por delante del Arco de Constantino. / Juan Carlos Muñoz

Ha pasado una semana del Jubileo de las Cofradías, que llevó al Cachorro de Sevilla y la Virgen de la Esperanza de Málaga a Roma. Mucho se ha hablado de la estancia de estas imágenes andaluzas en el Vaticano y de la Gran Procesión por el Coliseo y el Circo Máximo. Algunos análisis han estado marcados por un tono triunfalista, ensimismados en unos cultos calificados de "históricos". En otros, se ha cuestionado dicho éxito, debido a la escasa repercusión que la presencia de los titulares de estas cofradías ha tenido en la capital italiana y la nula asistencia de importantes autoridades -la del nuevo Papa y los cardenales- al desfile (es el término más oportuno debido a la lejanía impuesta al público) del sábado 17 de mayo. Una fecha que, eso sí, queda escrita con letras de oro en los anales de las hermandades participantes.

Diversos son los factores que han marcado este Jubileo, que, como adelantó Diario de Sevilla, ha supuesto un coste de 2,5 millones de euros, la mayoría procedentes de las arcas públicas (Junta, diputaciones de Málaga y Sevilla y ayuntamientos de ambas ciudades) y que han sido gestionados por una empresa de la capital costasoleña, especializada en la organización de grandes eventos.

Un "acontecimiento" (palabra empleada hasta la saciedad) que ha coordinado la también malagueña Paloma Saborido, quien en días recientes ha asegurado que León XIV visitó al Cristo de la Expiración y la Virgen de la Esperanza en la Basílica de San Pedro, sin la presencia de feligreses, sin fotos que captaran el momento (en plena era de la imagen) y sin que la Sala Stampa ni el Centro de Televisión Vaticana se hicieran eco de ese momento. Visita que se dio a conocer una semana después del Jubileo, aunque la coordinadora la supo por boca del arzobispo Fisichella el viernes 16.

El aforamiento de la procesión fue excesivo y alejó demasiado al público de las sagradas imágenes.
El aforamiento de la procesión fue excesivo y alejó demasiado al público de las sagradas imágenes. / Juan Carlos Muñoz

A continuación, se desglosan las claves que han marcado una procesión que tuvo precedente en el año 2000, cuando la Soledad de los Escolapios de Granada se paseó en su paso de palio por la Ciudad del Vaticano, ante la presencia del entonces sucesor de Pedro y hoy santo, Juan Pablo II.

  1. En el Vaticano. La forma de exponer a las imágenes sagradas en la Capilla de la Presentación de la Virgen ya resultaba extraña, muy distinta a como lo hacen en sus ciudades de origen. Ni una vela, ni una flor, ni un simple foco que las iluminara. Ni siquiera se permitió colocar una alfombra para el crucificado y la dolorosa. Nadie cuestiona la importancia de esta estancia en el principal templo de la cristiandad, pero el estricto concepto museístico que se obligó a aplicar -tan común ya en muchos templos andaluces- distaba mucho de lo que se vio en la iglesia de San Andrés del Valle, donde el Nazareno de León (también participante en el Jubileo) contaba con flores y velas para su veneración. A algunos también les resultó extraña la manera en que el Cachorro y la Virgen de la Esperanza tuvieron que abandonar la Basílica de San Pedro, antes de la hora de cierre y a bastante velocidad. Momentos, no obstante, cargados de belleza.
  2. El recorrido de la Gran Procesión. El primer error. Según Saborido, se llegaron a barajar 16 itinerarios. Uno de ellos discurría por el Vaticano, que se descartó. Se optó entonces por el Foro Imperial, que también se anuló por ser la zona del desfile nacional del 2 de junio, para el que ya se están montando las gradas. Se eligió finalmente el que comenzó en la Piazza di Celimontana, pasó por delante del Coliseo y llegó al Circo Máximo para volver por las mismas zonas. Un entorno demasiado amplio. Desangelado. El Circo Máximo -pese a su carga histórica- es hoy día una gran explanada rodeada de pinos y algún que otro chalé. Podría ser Roma o Condequinto. Deslocalizador. Con ese itinerario el Ayuntamiento de Roma se aseguraba que el amplio cortejo alteraba lo mínimo posible la circulación en la Ciudad Eterna. Cuestión de prioridades. Y en el Consistorio romano las tenían claras
  3. Escaso público local. El recorrido ya supuso un condicionante para el público que asistiría a verla: romanos, lo que se dice romanos, casi ninguno. Quienes contemplaron la procesión eran mayormente españoles: leoneses, sevillanos y muchísimos malagueños. Es elogiable en este punto la promoción y la labor de merchandising de la cofradía del Paso y la Esperanza. Málaga se volcó con el viaje a Roma y en los peregrinos estaba asentada la idea de que aquello suponía una excelente ocasión para dar a conocer su Semana Santa a la Iglesia universal. Las colosales dimensiones del trono de la dolorosa jugaron a favor: fue la foto de la portada local de Il Corriere della Sera, el único de los tres periódicos de gran tirada en la capital italiana que al día siguiente publicó una crónica de la "procesión espectáculo", como así la titulaba. En La Repubblica sólo hubo una información previa, congelada.
  4. Vallado. Craso error (ya que estamos en la cuna del latín). Es comprensible el celo de las autoridades romanas por garantizar la máxima seguridad, pero era tal la separación entre el público y el cortejo, que aquello acabó convertido en un desfile al estilo de las Fuerzas Armadas. Algo demasiado frío para una muestra de religiosidad popular que debe llevar implícito el calor del pueblo, protagonista indiscutible de esta peculiar manera de expresar la fe. Y eso que en Sevilla veníamos de una Semana Santa con polémica por el excesivo aforamiento. Doble ración romana.
  5. La lluvia. La vieja enemiga de las cofradías se convirtió en antídoto contra la rigidez, ya que muchos devotos no dudaron en saltarse las vallas cuando llegó el abundante chaparrón. El Cachorro y la Virgen de la Esperanza pudieron sentir ese calor del público en sus regresos, con forcejeo policial incluido. La vuelta a la carpa premium (la otra, la de tipo convencional y que cobijó al resto de imágenes participantes en la procesión, recordaba a las de las ferias del marisco) fue lo más parecido a un Viernes Santo en Triana.
  6. Autoridades. Ha sido uno de los vacíos más sonoros de la Gran Procesión. El palco (de dudoso gusto) instalado en el Circo Máximo no acogió a ningún cardenal ni a los Reyes. Mucho menos al Papa. La ausencia de León XIV puede justificarse al celebrarse al día siguiente la misa de inicio de su pontificado, pero no así la del purpurado, presente ese fin de semana en abundancia en Roma para la ceremonia papal. Los nombres en negritas de este palco apenas traspasaban las fronteras andaluzas. No llenaban dos líneas. No asistió ni el Nuncio apostólico, Bernardito Auza, que estuvo en la procesión magna de diciembre en Sevilla y que ha acudido a dos Semana Santas de la capital andaluza, la última la de este año. Ni siquiera se logró la presencia de monseñor Edgar Peña, enviado especial de Francisco para el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. Los Reyes de España, presentes ese día en la Embajada Española, tampoco acudieron. Meses antes se habló de la asistencia de la Reina emérita al Jubileo, algo nada extraño, habida cuenta de que doña Sofía estuvo el pasado Jueves Santo y la Madrugada en Sevilla, donde llamó al paso de la Macarena y fue aplaudida por las calles. Su asistencia hubiera cubierto parte de ese vacío. Pero, o bien su anuncio no era oficial o finalmente se cayó del cartel. Ausencias que cuestionan el trabajo diplomático de los organizadores y del propio Gobierno andaluz, que debió garantizar el respaldo de la curia vaticana después de haber abonado buena parte de los 2,5 millones de euros que ha costado la peregrinación. Resulta chocante esa ausencia tras los encuentros mantenidos con el papa Francisco por parte del arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz; el presidente andaluz, Juanma Moreno; el alcalde de la ciudad, José Luis Sanz; y el presidente del Consejo de Cofradías de Sevilla, Francisco Vélez. Quizás no se llamó a las puertas oportunas o el esfuerzo se enfocó más a la labor logística para el traslado de las imágenes sagradas, el paso, el trono y los distintos colectivos participantes en la procesión. Por cierto, compleja operación que obtuvo nota sobresaliente.
  7. La convivencia. Sin duda, lo mejor de la peregrinación fueron los momentos compartidos en distintas zonas emblemáticas de Roma, como el que se vivió en el barrio de Monte Celio horas antes de la Gran Procesión. Costaleros sevillanos, hombres de trono malagueños y nazarenos de León disfrutando juntos en un ambiente respetuoso y festivo, como el de cualquier ciudad andaluza en los días grandes. Espíritu de alegría que sí se logró trasladar a Roma, ciudad demasiado inconmensurable que relativiza hasta el extremo cualquier acontecimiento, por muy histórico que se califique. Una gota en el océano.
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