EDITORIAL
El comodín del gasto militar
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En medio de una tormenta de escándalos que no tiene precedentes en el tiempo que lleva como presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ha intentado demostrar siquiera un mínimo de iniciativa política con el envío de una dura carta al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que da oficialidad a la negativa española a asumir la exigencia de Estados Unidos de que todos sus aliados dediquen el 5% de su Producto Interior Bruto (PIB) a gasto militar. La carta se produce en el contexto de la ya inminente cumbre de la Alianza Atlántica que se celebrará en La Haya del 24 al 26 de junio. Argumenta Sánchez que ese nivel de inversión es excesivo para las capacidades de España dentro del sistema de seguridad occidental y que adoptarlo le obligaría a hacer un recorte del gasto social, algo que no está dispuesto a hacer. Las razones expuestas son más o menos plausibles y además responden a una línea estratégica que el Gobierno de coalición ha mantenido en los últimos meses. España está dispuesta, aún sin Presupuestos del Estado, a elevar al gasto de defensa hasta el 2%, pero considerar esa cantidad como el límite máximo. Todo tendría una lógica interna si no fuera porque el tono de la carta en el momento elegido para hacerla pública reflejara con bastante transparencia que se trata de una maniobra de política interna para desviar el foco de atención sobre la complicadísima situación a la que tiene que hacer frente. Sabe que con esta cuestión conecta con un sector importante del electorado de izquierdas y, sobre todo, da satisfacción a sus socios parlamentarios de izquierda radical. Algo que en estos momentos adquiere especial valor, aunque para ello compromete el papel de España en el reto más delicado al que en estos momentos Occidente tiene que hacer frente y que se debería tratar con la máxima delicadeza. Utilizar el comodín del gasto militar para aliviar la tensión interna no es la mejor forma de abordarlo.
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