Entre el deshonor y el honor

Sueños esféricos

Tras dimitir del epílogo el peor Sevilla del siglo, los galos nos dieron una lección con Nadal

Pape Gueya celebra un gol junto a Barry, José Ángel y Juanlu.
Pape Gueya celebra un gol junto a Barry, José Ángel y Juanlu. / Andreu Esteban (Efe)

25 de mayo 2025 - 22:21

EL espíritu veleidoso del deporte nos brindó este domingo dos momentos seguidos muy antagónicos. En uno un equipo de fútbol, un mal equipo de fútbol, cerraba su ominosa temporada con un ejercicio de dimisión para que el seguidor que aún no lo estaba, se sintiera avergonzado, definitivamente, del curso perpetrado. No recuerdo una formación más desmañada que la sevillista de esta campaña 2024-25 que queda como la peor del siglo por Nervión.

Lo peor de todo, es que al sevillista se le ha activado una cuenta atrás en la mente desde que acabó el partido: ese sevillista abre una carrera hasta mediados del próximo agosto, que es cuando arranca la próxima temporada, en la que va a clamar, sin capacidad ejecutiva, por que Júnior, sus secundarios del consejo y Orta den un paso al lado y tengan la humildad y la decencia de reconocer que, si el Sevilla no está en Segunda hoy, ha sido por el peso histórico de su escudo... y el mal pie del jovencísimo Diomandé en aquella ocasión a puerta vacía, con el graderío gritando como Janet Leight en la escena de la ducha de Psicosis.

Pero ojo, que el peso específico del Sevilla mengua y mengua. Y no es pesimista quien piense que más va a menguar este verano con la marcha de Lukébakio y algún otro y el estrechísimo margen para fichar. El sevillista no está aliviado por la salvación. Está enojado con el acto de deshonor de su equipo y espantado con la idea de que Júnior y Orta ya pergeñen la próxima temporada sin que los accionistas potentados lo eviten.

Y tras el deshonor de un mal equipo en La Cerámica, el honor, altísimo, que sentimos de nuevo los españoles con el imponente homenaje que la organización de Roland Garros, París, le tributó a Rafa Nadal. Fue un reconocimiento sentido, elegante, solemne, con la grandiosidad que pedía una de las mayores gestas de la historia del deporte. Un acto en el que los franceses nos miraron desde arriba. Una vez más.

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