Sevillanos sentados

La aldaba

Nos critican que nos encendemos por unas pestañas, pero no por la falta de infraestructuras

Cuando en Sevilla echamos de menos lo inimaginable

¡Todos quietos en Sevilla Este!

El cartel de un bar de Sevilla que advierte de la imposibilidad de estar de pie.
El cartel de un bar de Sevilla que advierte de la imposibilidad de estar de pie. / M. G.

23 de junio 2025 - 04:00

Poquito a poco nos vamos cargando nuestros principales inventos. La espontaneidad, la naturalidad y la improvisación de una barra de bar dan paso a la rigidez y el estatismo de la mesa por decreto. Conste que no se trata de denostar la mesa, una opción muy recomendable cuando se elige con libertad. Ocurre con las barras como con la movilidad de la Semana Santa, que la de 2025 ha sido la más absurdamente encorsetada que nunca habíamos conocido. Poco a poco, paso a paso, valla a valla, aforamiento a aforamiento, nos quedamos limitados. Y de nuevo una advertencia: la seguridad es la prioridad, las medidas preventivas son fundamentales y jamás nos hemos opuesto a una celebración más intervenida que nunca porque aprendimos la lección de 2000. Pero se ha ido demasiado lejos de forma absurda. Ahora por cambiar hasta nos han cambiado durante unas horas la cara de Sevilla donde están depositadas las oraciones, las miradas y las confesiones de generaciones y generaciones de sevillanos. Ojú, menos mal que todo ha sido reversible. Más difícil será que los ventajistas que han asomado la patita de las fobias y los resentimientos puedan recogerla con dignidad. Se han visto demasiados plumeros y no eran de armaos. Una cosa es el disgusto comprensible y otra aprovechar la coyuntura para liberar animadversiones por otros motivos.

Largan en las fosas sépticas de las redes que Sevilla se queda en vilo por la crisis de las pestañas, pero no reacciona ante la falta de infraestructuras claves para su desarrollo. Nos censuran que nos encendemos porque han tocado el rostro de una Dolorosa, pero no por las barbaridades que se han cometido en la ciudad o por el gato por liebre que nos dan en la SE-40 a su paso el Aljarafe. O porque una línea de Metro nos haya costado 50 años de espera. La única explicación es que se trata de una muestra del estado del bienestar en clave local. Sufrimos menos. En el fondo los bares nos conocen mejor de lo que muchos consideran. El taburete es malo para la espalda. Por eso nos quieren sentados, es nuestra posición más genuina. El que se sienta gana en comodidad, se cabrea menos, no protesta y gasta más. Los sevillanos sentados son una garantía de calma y de orden. La cuestión es que el que está sentado también puede estar esperando ver pasar por la puerta de su casa... A la Canina. Tenemos la luz de la primavera y el calor insufrible del verano. Tenemos demasiados malos gobernantes, pero un talante de vida que nos permite sobrevivir. Cuando el sevillano se levanta del velador donde reposa la criticada indolencia, la crueldad puede ser máxima con quienes han maltratrado la ciudad. Ejemplos variados ha habido. Aquí nadie es eterno en los cargos. Aquí solo se queda la Virgen de la Esperanza. Es probable que fuera no nos conozcan bien. Creen que todo es por unas pestañas. Mejor consumir sentados, de momento.

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