
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La aldaba
La manifestación convocada por Feijóo un domingo de junio en Madrid era una apuesta arriesgada y, además, con un lema poco afortunado como el de "Mafia o democracia". De hecho, pasaron los días, llegó el domingo y el vocablo más agresivo no figuró en el atril, donde solo se leía "democracia". Es saludable que la derecha, el centro-derecha o simplemente el centro, como cada uno prefiera llamarla, reivindique que la calle también es suya cuando lo estima oportuno. El activismo de derechas existe y funciona. Y eso escuece, como se vio ayer en las reacciones de dirigentes del PSOE y de esa barquilla encallada que es Sumar. La clave de cualquier manifestación es no provocar destrozos ni incitar a la violencia. El mérito hubiera sido convocar la concentración en Andalucía, con todavía más grados de calor que en Madrid. España es una caldera en todos los sentidos. Feijóo se la jugó porque está convencido de que vivimos ya en el tardosanchismo. Hay un PP con hambre (de Gobierno) al que le suenan las tripas con cada vez más frecuencia. Notan en la calle un rechazo al sanchismo, el Congreso de los Diputados está inutilizado, las comisiones de investigación fluyen, los frentes se multiplican para un Gobierno frágil... Pero Sánchez sigue en la Moncloa. Si no hay adelanto electoral, el PP tiene que echarle mucha imaginación para llenar de contenido tanto tiempo de espera. El congreso de las guayaberas es otra apuesta fuerte del gallego en la España del calor. Otro desafío que debería fijar respuestas a nuevas realidades, pero oficialmente nadie dirá nada sobre el modelo de relacionarse con Vox, el aliado previsiblemente necesario. La estrategia electoral no es materia de un congreso. Por el humo de la ideología sabremos dónde estará el fuego de los movimientos de cara al partido de Abascal.
El PP tiene que gestionar la ansiedad que genera que Sánchez no termine de caer a pesar de la larga lista de escándalos. No meter la pata, no pegarse el tiro en el pie, no caer en ocurrencias... Parece fácil, pero pueden ser muchos meses de espera en un país que tiende a perdonarlo casi todo si la economía fluye y el personal puede cubrir las necesidades mínimas. Sánchez es un despropósito con socios poco recomendables que no parece que le vayan a dejar caer. ¿Para qué jugársela, obligar a convocar elecciones y tener que lidiar con un Gobierno del PP con Vox o sostenido por Vox? A los socios poco les importan los casos de corrupción. El PNV no tiene memoria ni le interesa. No le queda nada del exceso de escrúpulos impostados para sacar a Rajoy de la Moncloa con aquella moción de censura. El PP convoca y llena el aforo. Sánchez aguanta. Unos tienen que controlar la ansiedad. El otro, que los gurús le expidan más recetas de resiliencia.
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