El Cachorro en su casa y Dios en la de todos

El Fiscal

El pescador ha retornado, se ha quitado las sandalias y está de nuevo en el recibidor de su hornacina, en el arrabal a su medida, con el calor de la gente que jamás lo abandona

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El Cachorro, de nuevo en Triana.
El Cachorro, de nuevo en Triana. / M. G.

El Cachorro expira en su casa, donde se alcanza en plenitud la bendición de una buena muerte. Con los suyos, con su gente, con quienes buscan cada día el refugio de su mirada, con su rostro enjuto y cetrino donde se guardan las oraciones de tantos trianeros que ya habitan en el arrabal exento de miserias. El hogar es la fortaleza, el castillo seguro, la alcazaba donde se salva hasta del infortunio de unas llamas. El templo es la protección de la mejor cuadrilla para quien se expone cada mañana a pecho descubierto. Nada hay que temer en casa, en la cálida seguridad de la hornacina donde se espera, se atiende y se escucha. Qué grande es este Cachorro que mira a las alturas y oye a los humanos de la tierra. Donde fue se llevó el calor de su legión de escoltas, de los que nunca le fallan, los fieles del Patrocinio, los que jamás se han quejado de lluvias ni cielos grises, los que asumen todo menos perder el asidero de su presencia. Al Cachorro lo ven quienes lo visitan a diario y quienes nunca acuden, que es otra forma de verlo. Al Cachorro lo ven quienes lo miran al tiempo que bisbisean oraciones y también quienes lo piensan, porque basta pensarlo, es fácil hacerlo cuando se le reconoce como uno de los nuestros, es el del Padrenuestro donde tuteamos a Dios, tiene la cara del ser querido que todos hemos despedido.

El Cachorro es familia, por eso siempre se le espera por lejos que se marche. Por eso no se le piden explicaciones, se le muestra la alegría del reencuentro y acaso se le reprocha haberse alejado. "Pues como aquí no habrás comido ni te habrán atendido. Sabrá Dios qué te han dado". El Cachorro tiene hasta el poder de captar la atención de quienes no creen, de quienes huyen de la Semana Santa y no digamos de quienes recelan de los hitos o hechos singulares. El Cachorro no es indiferente a ningún público porque representa la verdad que atrapa y genera respeto. El Cachorro es distinto porque es tan humano como nosotros. Hemos visto su cara en los semblantes de la hora incierta. Son iguales su rostro y el de los hombres que sufren el invierno de sus vidas. Ahora está de nuevo en su casa, recogido en el hogar de su barrio, en el altar de guardia, en el frescor de su iglesia donde Sevilla no se acaba, sino que empieza, porque la autoridad del río siempre marca el origen. Así nos gusta verlo aunque no acudamos, así nos gusta sentirlo aunque estemos lejos, así nos gusta saber que está en caso de emergencia. Es la tranquilidad de la certeza. Saber que está es el bálsamo de la serenidad. El pescador se ha quitado las sandalias, está ya donde siempre. Benditas las ciudades que no tienen que buscar fuera cuanto atesoran en sus entrañas. Ahora valoramos más el tesoro que ya teníamos. El Cachorro en su casa y Dios en la de todos.

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